El Reporte del Estado de las Ciudades de México: Camino hacia la Prosperidad Urbana, muestra los resultados del cálculo del Índice de Ciudades Prósperas de Naciones Unidas, para  152 municipios urbanos de la República Mexicana, incluyendo las delegaciones politicas de la Ciudad de México. El Índice de Ciudades Prósperas (CPI), es una metodología de ONU-Habitat que a través de un marco metodológico y conceptual, brinda información confiable sobre las seis dimensiones de la prosperidad urbana:

  1. Productividad
  2. Infraestructura de desarrollo
  3. Calidad de vida
  4. Equidad e inclusión social
  5. Sostenibilidad ambiental
  6. Gobernanza y legislación urbana

En México, los resultados del CPI son el resultado de un compromiso conjunto entre el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat) y el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) con la presencia federal de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). Los resultados se presentaron durante Habitat III, en Quito Ecuador, el 18 de octubre de 2016.

El CPI proporciona una medida de la solidez o debilidad de los factores de prosperidad disponibles en la ciudad. Los valores resultantes (mismos que se presentan en las tablas y gráficos contenidos en este informe) pueden agruparse en seis escalas de prosperidad que van desde ciudades con factores de prosperidad muy sólidos, a aquellas en las que los factores se encuentran muy débiles, según la escala siguiente:

El valor promedio total del CPI es de 54.3, de modo que el resultado total para México se considera moderadamente débil.


Resumen de resultados del Reporte del Estado de las Ciudades de México

Dimensión 01: Productividad: 57.3

Una ciudad próspera contribuye al crecimiento económico y el desarrollo, la generación de ingresos, el empleo y la igualdad de oportunidades que proporcionan niveles de vida dignos para toda la población.

Dimensión 02: Infraestructura: 62.6

Una ciudad próspera proporciona infraestructura y servicios –vivienda adecuada, saneamiento, suministro de energía, sistemas de movilidad sustentable, tecnologías de la información y comunicaciones– necesarios para sostener la población y la economía, y mejorar la calidad de vida.

Dimensión 03: Calidad de Vida. 62

Una ciudad próspera proporciona servicios sociales, educación, espacios públicos, recreación, salud y seguridad, necesarios para mejorar los niveles de vida, lo que permite a la población maximizar el potencial individual y llevar una vida plena.

Dimensión 04: Equidad e Inclusión Social: 70.7

Una ciudad es próspera en la medida en que la pobreza y las desigualdades son mínimas. Ninguna ciudad puede presumir de ser próspera cuando grandes segmentos de la población viven en pobreza extrema y privaciones. Esto implica reducir la incidencia de barrios marginales y de nuevas formas de pobreza y marginación.

Dimensión 05: Sostenibilidad Ambiental: 46.7

La creación y (re) distribución de los beneficios de la prosperidad no destruyen o degradan el ambiente; en cambio, reducen la contaminación, aprovechan los residuos y optimizan el consumo de energía. Significa que los recursos naturales de la ciudad y su entorno se preservan en beneficio de la urbanización sostenible, de tal forma que no se comprometan las necesidades de las futuras generaciones.

Dimensión 06: Gobernanza y Legislación Urbana: 37.9

Las ciudades son más capaces de combinar sostenibilidad y prosperidad compartida a través de la gobernanza urbana efectiva y liderazgos transformadores, elaborando planes integrales y ejecutando políticas que se diseñan y aplican con la participación social; actualizando leyes y reglamentos y creando marcos institucionales adecuados con los tres ámbitos de gobierno y con los actores y las instituciones locales.

Hallazgos

Limitaciones de la información

En particular, se observaron limitaciones relevantes respecto a información ambiental, tales como la emisión de contaminación (CO2, PM10 y PM2.5, entre otros), manejo de residuos sólidos y tratamiento de aguas residuales; respecto a información sobre la red de transporte público, tales como tiempo y costo de traslado, reparto modal, y longitud y tipo de la red.

Generación y consumo de energía removable

Las ciudades mexicanas utilizan una proporción extremadamente baja de energía proveniente de fuentes renovables. Esto es un problema, ya que la generación de energía utilizando combustibles fósiles que además no son renovables, es una fuente relevante de contaminación del aire, afecta la salud pública y contribuye al cambio climático global, representando un riesgo para la sustentabilidad de las ciudades. No existen políticas públicas suficientes y de alto impacto que prevean la transición energética de las ciudades hacia fuentes de energía renovables con un menor impacto ambiental, lo que se aprecia en los transportes, en buena parte de la producción industrial y en los servicios urbanos más contaminantes.

Economía urbana

Las ciudades mexicanas no tienen economías particularmente dinámicas, lo que se refleja en un producto urbano per cápita relativamente bajo, y en un aprovechamiento limitado de la concentración de población para desarrollar economías de aglomeración. Estas condiciones se ven reflejadas también en mercados laborales que no logran ofrecer oportunidades de empleo bien remunerado para todos y en el crecimiento muy dinámico del empleo informal y de baja productividad en buena parte de las ciudades del país. Es factible que estas limitaciones sean agravadas por el patrón de crecimiento urbano expansivo e ineficiente que han seguido prácticamente la totalidad de las ciudades, que restringe aún más el aprovechamiento de economías de aglomeración y reduce la competitividad.

Finanzas locales

Las ciudades mexicanas son profundamente dependientes financieramente de las transferencias provenientes de la Federación y de los gobiernos estatales. Los mecanismos de recaudación y de generación de recursos propios mediante prestación de servicios y aprovechamientos son muy débiles, desarticulando la relación de corresponsabilidad entre gobierno y ciudadanía, destacando en este contexto, la muy pobre recaudación de impuestos territoriales a nivel local que coloca al país en una de las últimas posiciones entre los países de América. Por un lado, estas debilidades incrementan la dependencia financiera de los gobiernos locales, y por el otro favorecen el endeudamiento público que pone aún más presión sobre las finanzas municipales.

Pobreza urbana e inequidad económica

Las ciudades mexicanas sufren de importantes asimetrías en ingreso y distribución de la riqueza, lo que se refleja en profundas diferencias en calidad de vida, acceso a espacios habitacionales adecuados y servicios públicos de calidad, y en tasas de pobreza relativamente altas. Estos problemas tienen una clara representación espacial en la segregación que enfrentan los grupos sociales de menor ingreso que carecen de oferta de suelo para vivienda adecuadamente localizado y servido en las ciudades del país; también se refleja en las condiciones de precariedad que se han ido acumulando en muchos desarrollos habitacionales de vivienda social, que carecen de muchas amenidades y equipamientos urbanos y por su localización lejana con relación a los centros urbanos han impactado el ingreso familiar al grado de acelerar el abandono de las viviendas.

Calidad ambiental

Conforme las ciudades mexicanas han crecido poblacionalmente y se han expandido en el territorio, han visto pérdidas importantes en su calidad ambiental, con la correspondiente afectación de la salud de su población. La capacidad para manejar residuos sólidos y tratar aguas residuales se ha visto rebasada por un crecimiento urbano desordenado que no toma en cuenta sus impactos en la generación de basura y de aguas residuales. Al tiempo, el modelo preponderante de transporte basado en el automóvil privado y con sistemas de transporte público de mala calidad, ineficientes y contaminantes, han afectado seriamente la calidad del aire, en particular en las grandes aglomeraciones y están afectando su productividad, con lo cual se impactan seriamente las posibilidades de prosperidad de la Nación.

Expansión urbana y densidad poblacional

Las ciudades mexicanas han seguido un patrón de crecimiento expansivo, insustentable y descontrolado, impactando de forma negativa las áreas naturales a su alrededor, incrementando sustancialmente el costo para proveer servicios públicos de calidad, y creando inequidades espaciales entre quienes pueden asentarse en zonas adecuadas, y quienes se ven obligados a establecerse en zonas irregulares, con servicios públicos de mala calidad o inexistentes, y lejanos de los centros laborales. Adicionalmente, la densidad poblacional ha disminuido reduciendo de igual modo la densidad económica, agudizando los problemas de movilidad y reduciendo la calidad ambiental.

Transporte público y movilidad

No obstante que la mayor parte de la población urbana de México se mueve en transporte público, el modelo de transporte que han impulsado las políticas públicas en las ciudades se basa en el automóvil particular, lo que ha favorecido la expansión urbana desmedida y ha impactado negativamente en el desarrollo de sistemas de transporte público de calidad. El transporte basado en el automóvil particular es insustentable por diversas razones: las necesidades de infraestructura vial tienden a rebasar la capacidad de los gobiernos locales para mantenerla y ampliarla, es un transporte altamente contaminante, inequitativo y regresivo, porque favorece a quien goza de mayor ingreso. La preocupación de los gobiernos por aumentar la velocidad de los automóviles dentro de las áreas urbanas, los ha llevado a concentrar las inversiones en vialidades de alta velocidad y en distribuidores viales, que se han convertido en barreras artificiales entre barrios y colonias fracturando social y espacialmente a las ciudades, dividiendo comunidades y vecindarios, afectando los ecosistemas, la calidad ambiental y la salud de la población, además de impactar muy negativamente la imagen urbana.

Espacio público

Las ciudades mexicanas gozan de un acceso moderadamente bueno a los espacios públicos, aunque han experimentado una pérdida creciente de áreas verdes y una tendencia a la sustitución de los espacios públicos como los parques a favor de los centros comerciales como lugares de encuentro comunitario. Más aún, los espacios públicos han tendido a decaer, en particular aquellos que no se encuentran en las zonas consolidadas de las ciudades, situación muy grave en los conjuntos de vivienda social y en los asentamientos precarios e informales

Acceso a tecnologías de la información y comunicación

Las ciudades mexicanas enfrentan un rezago importante en el aprovechamiento de las TICs que se ve reflejado en un acceso muy limitado a internet en las viviendas, y a internet de banda ancha. Esta situación representa un obstáculo directo al desarrollo humano y económico de los habitantes urbanos, porque la economía global depende cada vez más de estas tecnologías al grado de convertirse en un factor determinante para la participación en el mercado laboral. Adicionalmente, el internet se ha consolidado como una de las fuentes más importantes de información y conocimiento, de modo que quien no cuenta con acceso adecuado a esta tecnología está en una situación de desventaja.

Inclusión de género

Las ciudades mexicanas incluyen de forma equitativa a hombres y mujeres en la educación básica. Sin embargo, la brecha entre ambos sexos es considerablemente más amplia en otros ámbitos de la vida urbana; el reflejo más claro es la disparidad en el ingreso, en donde la única razón aparente para explicarla es el sexo de las personas.

Educación

Los indicadores muestran un buen desempeño educativo de las ciudades mexicanas. Sin embargo, hay limitaciones relevantes relacionadas con la calidad de la educación, y las condiciones en que se brinda, que se reflejan en los resultados insuficientes de las pruebas estandarizadas con reconocimiento internacional. Por lo tanto, es necesario mantener y consolidar las políticas que permiten el acceso a la educación básica para todos, pero es necesario complementarlas con políticas que garanticen mejoras continuas de la calidad de la educación, y que permitan contar con escuelas en condiciones dignas que favorezcan el desarrollo humano de todos los involucrados en la comunidad educativa, particularmente los estudiantes.

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